Los cuentos bonitos siempre hacen perder la noción del tiempo y, gracias a ellos, nos salvamos del agobio de lo práctico. Carmen Martín Gaite.
Los cuentos están presentes prácticamente desde el origen del ser humano: las historias cortas nos han acompañado a lo largo de la historia como una forma fundamental de transmitir conocimiento, valores y cultura. Desde las fábulas de Esopo y las leyendas de la tradición oral hasta los cuentos de hoy en día que encontramos en plataformas digitales y revistas literarias, perdura, a través de los siglos, el gran poder de los cuentos para enseñar y emocionar.
Un cuento corto es algo por completo distinto: podría compararse con un beso dado apresuradamente en la oscuridad a una desconocida. Stephen King.
En estos tiempos de ansiedad, prisa y poco tiempo el cuento puede ser una genial respuesta para las necesidades que tenemos los lectores actualmente. Son historias completas, de pocas páginas, sin relleno innecesario que nos transmiten emociones intensas, por lo que se adaptan perfectamente al ocupado estilo de vida que llevamos. Hay que tener una gran habilidad para poder escribir este tipo de narración, ser capaz de plasmar en un número limitado de palabras las ideas y conseguir mantener la atención del lector. Es una verdadera destreza narrativa.
Escribir cuentos es una tarea seria y además hermosa. Arte difícil, tiene el premio en su propia realización. Juan Bosch.
La creación de universos literarios no solo se limita a las novelas: los cuentos también pueden entrelazarse y crear mundos extensos en los que nos podemos sumergir. La conexión de personajes, temas o ubicaciones de distintos textos pueden crear una amplia red narrativa y una experiencia rica para los lectores; el descubrir conexiones y patrones en distintos cuentos hacen la lectura muy entretenida.
Creo que lo que llaman cuentos de hadas es una de las formas más grandes que ha dado la literatura, asociada erróneamente con la niñez. J.R.R. Tolkien.
Al pensar en cuentos, la mayoría viajamos al pasado, recordamos las historias que nuestros padres se inventaban o nos leían antes de dormir, los álbumes ilustrados con tantos colores o los libros con desplegables de animales. Este primer contacto con la literatura nos ayudó a imaginar mundos fantásticos y con finales felices. Ahora que somos adultos queremos revivir esas sensaciones, asombrarnos e introducirnos en ficciones que consigan abstraernos del día a día. Leer cuentos, definitivamente, no es solo cosa de niños.
Si no hubiese podido participar del mundo de los cuentos y si no hubiese podido inventarme mis propios mundos, me habría muerto. Ana María Matute.
Nuestra querida Amalia Jamilis se tomó muy en serio el trabajo de escribir cuentos para los lectores adultos. «Los trabajos nocturnos» es el perfecto ejemplo de historias cortas pero atrapantes, mundos conectados y elementos inesperados que sorprenden al lector. Los temas reales que todos podemos entender y situaciones en las que empatizamos con los personajes son los ingredientes de mejor calidad que nos encontramos en la escritura de Jamilis, que no deja a nadie indiferente. Deja atrás los valientes personajes masculinos y nos enseña la realidad: no todo sale siempre como lo planeamos.
El cuento es casi matemático, es un sistema ajedresístico y además el final para mí tiene que ser sorpresivo, porque me gusta leer cuentos que incorporen una sorpresa final, que el lector no esperaba y que de alguna manera hecha luz sobre todo el cuento recién con el final, eso a mí me interesa. Amalia Jamilis.
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