Hoy traemos un blog un poco diferente, más ligero y enfocado en la cultura popular de Internet para entrar con ganas en la Feria del Libro de Madrid.
Seguro que todos tenéis un tema que no podéis sacaros de la cabeza, algo en lo que pensáis recurrentemente: un Imperio romano. Pues queremos hacer un repaso de los Imperios que tendrían algunos de los personajes de Los trabajos nocturnos.
Creemos necesario empezar por tía Bona, corazón y núcleo ardiente de «Las plagas». Sin duda, el tema que ocupa su cabeza las veinticuatro horas del día es ella misma, su propia libertad y la liberación de la mujer. En el mismo relato, tenemos a Tina, cuyo Imperio es su tía y la infancia que se le escapa por cada uno de los poros con cada año que pasa de manera inevitable.
«Y por más que los trenes del Sarmiento le hagan temblar el pulso cada quince minutos y sus recuerdos del verano anterior corten momentáneamente la coherencia de las frases, será preciso que termine de una vez esa carta y que la despache».
Siguiendo con Augusto, entrañable anciano de «Después del cine», es evidente que su Imperio romano es su mujer Magdalena.
El de Cela quizás es más difícil de dilucidar, pero creemos que siempre fue su grupo de amigos. Incluso por encima del arte, pues ellos son quienes tallan el vacío de su pecho.
«Todo terminaba en ese enorme silencio poblado con las imágenes de los viejos tiempos, cuando Rogelio posaba para Johnson y Abanta y su encanto bastaba para permitirnos vivir a lo grande durante meses y meses».
¿Y que hay del niño del balcón, Mada, del relato «Desde el balcón»?, lo más importante para él es la gente, las personas que van y vienen, que se relacionan, que hacen que se sienta vivo y que lo acompañan en la soledad de su ventana.
Por último pero no menos importante, tenemos que meter el nuestro, el de las Editoras Nocturnas. Es evidente que este libro es un tema recurrente en nuestro pensamiento, pero no queremos ir tan a lo obvio. Por eso, vamos a decantarnos por los narvales. Esperamos que descubráis por qué y que compartáis nuestra obsesión.
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