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Las mujeres y los niños primero



Aunque los nueve cuentos que componen Los trabajos nocturnos tienen cada uno su trama y su argumento particular, sin duda hay temas comunes que subyacen y dan coherencia a la obra. Quizá, el que más se filtra entre las palabras de Amalia Jamilis es el del lugar de las mujeres y los niños en la sociedad. Sujetos de segunda en la estructura social y política patriarcal, en la literatura también tienden a ocupar esos lugares subsidiarios, de entidades prescindibles y manipulables dentro del discurso literario. Por este motivo, es un gesto revolucionario enseñar sin tapujos esa realidad: mostrar la injusticia como quien enseña una fea herida, sin miedo a que el pus y la sangre incomoden al espectador. Esta tendencia no es ajena a la literatura hispanoamericana. Con una larga tradición que puede remontarse hasta el siglo xix y en la que encontramos nombres como el de Adela Zamudio (Bolivia) o Clorinda Matto (Perú), la obra de nuestra autora participa de esta revelación que no es otra cosa que una denuncia.  

 

Los niños que aparecen en Los trabajos nocturnos son, en primer lugar, una mercancía que puede abandonarse una vez ha agotado sus posibilidades de explotación. Pero además, lo son sin posibilidad de resistirse, porque sus voces apenas son escuchadas. Lo que sí podemos oír son sus sueños, los deseos tiernos de la infancia y de la adolescencia que, sin embargo, acaban chocando con una sociedad demasiado fría y hostil y terminan apagándose. Las mujeres no corren mejor suerte. Sus opciones vitales, como ocurre en el mundo real, se encuentran enormemente limitadas. Las páginas del libro están habitadas por madres cuyo poder maternal está constreñido por la autoridad del padre y del hombre. Jóvenes cuya sensualidad debe ser domada, podada, controlada. Y es quizá la prostituta la que mejor condensa todas las demás figuras, en su destino marcado por la violencia, el desamparo y la precariedad.

 

Estos retratos, compuestos en 1971, aparecen reactualizados constantemente en el panorama contemporáneo. Siguiendo una línea casi genealógica, en 2023 vio la luz Sustancia de hígado (Altamarea), obra de una joven escritora salvadoreña llamada Michelle Recinos en la que volvemos a enfrentarnos con los rostros acusatorios de las mujeres y los niños. Como si fuera un espejo, el bebé que es objeto de los deseos de las mujeres ricas en el «Casting» de Recinos, refleja la situación de vulnerabilidad de Misa, la protagonista de «Después del cine» de Jamilis. El anhelo de la chica de «La reina de la noche» de ser madre para conseguir, por fin, al hombre (casado) que ama, se trunca como se amputa la sexualidad de Bona y de Tina en «Las plagas». Y no es difícil ver en la mujer desaparecida y cosificada en «Daysi Miller», a la Olimpia que se prostituye y vive y se ve amenazada en «Casa en que vivimos» y «Los trabajos nocturnos». De hecho, es su ausencia la que de alguna forma marca el ritmo del último cuento de nuestro libro, «Los parques cerrados». Además, ambas obras dejan transpirar la violencia y la arbitrariedad que los gobiernos autoritarios (la dictadura de Onganía en el caso de Jamilis y el estado de excepción impuesto por Bukele en El Salvador, en el de Recinos) ejercen sobre la vida cotidiana de la gente.

 

Estas historias no se agotan porque son necesarias. Si el grito de «las mujeres y los niños primero» no es más que otra fantasía inscrita en el imaginario colectivo androcéntrico, en la obra de estas escritoras se convierte en un hecho, un horizonte, un objetivo. Con su prosa y su lucidez, nos abren los ojos y nos señalan la falta de un modo en el que el silencio y la indiferencia no son jamás una opción.

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Claudia, a tus pies. Fan fan fannnnn de tus escritos como siempre 💜💜💜🌼🫂

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